Hay artistas que pasan, modas que cambian y tendencias que se diluyen con el tiempo. Y luego está Chayanne: ese símbolo eterno que convierte cada visita a Monterrey en un ritual colectivo. El 27 de septiembre, el Estadio Banorte se rindió a sus pies por tercera ocasión, con un sold out que demuestra que el tiempo, en su caso, no erosiona: lo enaltece.

La noche arrancó con un bloque explosivo de energía: “Bailemos otra vez”, “Salomé” y “Boom Boom” pusieron de pie a un estadio que no necesitaba invitación para moverse. Lo que siguió fue una sucesión de himnos que parecían tocar cada etapa de la vida de los presentes: “Provócame” enardeciendo recuerdos noventeros, “Atado a tu amor” arrancando suspiros y “Y tú te vas” desarmando hasta al más fuerte con esa melancolía que sólo Chayanne sabe dosificar.

El recital fue un recorrido tan completo como generoso: desde los clásicos (“Fiesta en América”, “Dejaría todo”, “Un siglo sin ti”) hasta sus apuestas recientes como “Te amo y punto” y “Como tú y yo”, que mostraron que el artista no vive de glorias pasadas, sino que sigue alimentando su catálogo con nuevas páginas.

Uno de los momentos más celebrados llegó con “Tiempo de vals”, coreado con devoción casi litúrgica, y el instante icónico de la noche: cuando Chayanne eligió a una afortunada del público para bailar bachata a su lado, gesto que encendió gritos y lágrimas en todo el estadio. El cierre con “Torero” fue apoteósico, confirmando que la comunión entre artista y público permanece intacta.