Desde que apareció en escena, la cantante argentina fue recibida con una oleada de gritos que no cesaron en toda la velada. Con una propuesta visual marcada por la estética Y2K, coreografías impecables y un despliegue de luces que envolvió cada rincón del recinto, la artista convirtió el foro en un espectáculo vibrante y colorido.

El clímax emotivo llegó con “Guerrero”, tema dedicado a su padre, cuando Emilia pidió a los asistentes iluminar el lugar con sus celulares. El resultado fue un mar de destellos que transformó el espacio en un cielo estrellado, cargado de sensibilidad y complicidad.

Más adelante, compartió una de sus canciones más íntimas: aquella que escribió durante una gira, en una noche marcada por la soledad. Con voz serena, abrió la puerta a un costado vulnerable de su vida en la carretera, dejando claro que detrás del brillo también habitan silencios y nostalgias.