Su Majestad no decepcionó. Con su clásico estilo de electro punk desquiciado y sus outfits que harían llorar a cualquier modista decente, Silverio prendió a la raza con gritos, sudor y mucho, MUCHO salseo.

La raza no paró de brincar, gritar improperios (bienvenidos en su misa) y celebrar no solo al C4, sino a ese espíritu irreverente que hace que La Escena se sienta viva, cochina y feliz.

Así, entre beats marranos y bailes con calzón rojo en alto, se cerró una noche que ya quedó grabada en la historia del C4 Concert House. Si esta fue la fiesta del primer año… no queremos imaginar la del segundo.